Orgullo y prejuicio y zombis by Jane Austen & Seth Grahame-Smith

Orgullo y prejuicio y zombis by Jane Austen & Seth Grahame-Smith

autor:Jane Austen & Seth Grahame-Smith [Austen, Jane & Grahame-Smith, Seth]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Humor, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2009-01-01T05:00:00+00:00


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Si Elizabeth, cuando el señor Darcy le entregó la carga, no esperaba que contuviera una reiteración de su oferta, lo cierto es que no tenía ni remota idea de lo que podía contener. La leyó con un afán que apenas le permitía entender lo que decía, y debido a su impaciencia por averiguar lo que decía la siguiente frase, era incapaz de asimilar el significado de la anterior. Pensó de inmediato que era falso que Darcy hubiese creído que Jane había contraído la extraña plaga; y la descripción de sus objeciones reales y más graves contra la relación entre Jane y Bingley la enfureció hasta el extremo de que ni siquiera pensó en vengarse de él.

Pero cuando Darcy procedió a hablarle del señor Wickham —cuando Elizabeth leyó con mayor atención unos acontecimientos que, en caso de ser ciertos, desbarataban su opinión sobre los méritos del señor Wickham, y que guardaban una alarmante afinidad con su propia historia—, sus sentimientos se hicieron más dolorosos y difíciles de definir. Se sintió presa del asombro, la angustia e incluso el horror. Deseaba refutarlo todo, exclamando repetidamente:

—¡Esto tiene que ser falso! ¡Es imposible que sea cierto! ¡Tiene que ser una burda mentira!

En ese alterado estado de ánimo, incapaz de poner en orden sus pensamientos, siguió caminando. Pero al cabo de medio minuto volvió a desdoblar la carta y, tratando de recobrar la compostura, empezó a leer de nuevo el turbador relato de todo lo referente a Wickham, esforzándose en analizar el significado de cada frase. La descripción de su relación con la familia de Pemberley era tal como él le había contado; y la bondad del difunto señor Darcy, aunque Elizabeth había ignorado su alcance, concordaba también con las palabras de Wickham. ¡Pero la idea de castigar a un mozo de cuadra sordo! ¡Y por una ofensa tan nimia! Era casi imposible creer que un hombre del talante de Wickham fuera capaz de tamaña crueldad. Era imposible no pensar que existía una gigantesca falsedad por ambas partes. Durante unos momentos, se consoló pensando que no se había equivocado. Pero cuando leyó y releyó la misiva con más atención, los pormenores de lo ocurrido a raíz de que Wickham incumpliera los deseos del anciano Darcy de proseguir su adiestramiento, de haber recibido la considerable suma de tres mil libras, las dudas la asaltaron de nuevo. Dejó la carta y sopesó todas las circunstancias con la máxima imparcialidad, deliberando sobre la probabilidad de cada afirmación, pero con escaso éxito. Era tan sólo la aseveración de una y otra parte. Siguió leyendo, pero cada línea confirmaba con más claridad que la cuestión, por más que hubiera creído imposible que ningún ardid pudiera lograr que la conducta del señor Darcy resultara menos infame, había dado un giro capaz de hacer que dicho caballero pareciese totalmente libre de culpa en el asunto.

En Hertfordshire no sabían nada sobre la anterior vida de Wickham salvo lo que éste les había contado. En cuanto a su verdadero carácter, Elizabeth nunca había sentido el deseo de indagar en ello, aunque esa información hubiera estado a su alcance.



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